Este pasado día de los inocentes, la broma de las noticias del 6 fue llevar a un carajo a San José y vestirlo de minero chileno para que la gente se fuera polla y lo saludara. Recordando lo fino e inteligente del humor habitual de Repretel—demostrado hasta la saciedad con ocasión de las fiestas de Zapote—quizá esta broma sea de humor demasiado elevado para mi pobre intelecto. Sin embargo, preguntémonos qué se saca en claro del chascarrillo.
Quiero comenzar con una idea revolucionaria, adelantada a su era, escandalosa…
Las bromas jocosas tienen que hacer gracia.
OIGAN LES PRESENTO A CARL SAGAN UY NO ERA RICHARD DAWKINS AHAHHAHAHAH QUE'SPICHOTE!!!!!! |
Para reírse viendo a la gente en la calle felicitando a un minero falso hace falta una idea pueril y corriente del humor. ¿Qué hay de ingenioso en el asunto? ¿Qué hay de creativo? ¿Me tengo que reír del minero o de la gente que lo saluda? ¿Me tengo que reír cuando alguien me presenta a una persona común y corriente haciéndome pensar que es una celebridad que he visto dos veces en la vida? No es que mi humor sea muy fino, pero en lo que al humor nacional se refiere, me conmuevo viendo cómo tantos son felices con tan poco. Alguna de éstas Universidades del Confite que tan cómodamente encontramos en cualquier cochera debería de tener una carrera nueva: Consultoría Humorística para los Medios Nacionales. Es más, les regalo el plan curricular: un módulo de chistes de playos, otro de chistes de nicas, otro de agarrar a la gente de mona en la calle con cualquier estupidez y otro de hablar a grito pelado para que la gente entienda que tiene que reírse. Cuatro cuatris.
Ese es el humor nacional, de modo que extiendo la invitación a buscar otras alternativas de humor para la nación. Los que no quieran, pueden seguir riéndose con El Chinamo de Teletica.
En segundo lugar, las bromas del día de los inocentes deberían enseñarnos algo acerca de la cautela, prevenirnos de los peligros de la credulidad. Es decir, si usted me enseña un mozote con anteojos oscuros y un casco de minero en frente de una cámara de televisión y me dice que es uno de los rescatados en Chile, ¿por qué no le voy a creer? Si anda el casco puesto y tiene un cámara en frente, lo primero que pienso es que un productor de televisión, de esos que tienen la delicadeza del Malacrianza, le pagó buena plata por montar el numerito. Aparte, los mineros rescatados en Chile—como cualquier otra persona en su posición—han tratado de sacarle partido a su inesperada fama. Unos cuantos han salido en programas de televisión posteriores y desde que salieron se rumoró hacer el libro, la película y los muñequitos de la cajita feliz. Simplemente son célebres. ¿Qué de extraño tiene que Repretel los ande paseando por San José?
Sin embargo, si voy caminando por San José y me presentan al mismo carajo canalizando la voz de un espíritu de miles de años de antigüedad y a sanando gente, ¿puedo dudar razonablemente? ¿Hay algo que me haga dudar de la veracidad del asunto? ¿Puedo aprender algo importante de la experiencia si me voy pollo? Y si en algún momento tuve la intención de donar dinero al gurú, ¿qué debo preguntarme acerca de mi mismo? De hecho, un tal Carlos Álvarez hizo exactamente eso en Australia: decía que canalizaba un espíritu milenario y promocionaba estos cristales de energía concentrada a un módico precio—teniendo mucho cuidado de no llegar a vender ninguno. Al final, Carlos explicó que todo era pura vara y que quería advertir a la población acerca de los peligros de pensar irreflexivamente, poniéndole nalgas y tarjetas de crédito a cuanto vivo sale en tele curando enfermedades y vendiendo pulseras de energía. Carlos continúa dando conferencias acerca de pensamiento escéptico, mostrando cómo jugar de mesías está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a cambiar la vergüenza por la plata.
Con tanto qué criticar en la televisión de fin de año y humoristas tan raquíticos, ¿no nos convendría pelar más el ojo y menos el diente?
Imagen tomada de: non serviam.